Tiene todo el derecho del mundo el señor Esquivel, y cualquier empresario al corriente de sus impuestos, de optar a aquellas concesiones que le plazcan, siempre que sus iniciativas, como dice la Ley que incumple Arnáiz, salgan a pública concurrencia cuando tengan que ver con la ocupación del dominio público. Porque, como comprenderán, ese negocio de 7 millones de euros por año, limpios de polvo y paja (ya nos han advertido que el otro día nos quedamos cortos), apetece a otros empresarios que acaso puedan proponer una oferta mejor para el interés general. O no. El caso es que Celso Betancor, Esquivel y Soria II estuvieron en Enercon y vieron turbinas de cuatro megas que son un auténtico espectáculo y que vienen a ser las que pretenden instalar en Arinaga. No está mal que nuestros dirigentes conozcan la tecnología punta, así estarán mejor informados cuando esta semana salga, como está previsto, el concurso para la adjudicación de la energía eólica. Y Enercon es buena firma, sin que haga falta que lo vayan a constatar ni Soria ni su director general.