El jefe de seguridad de la Universidad todavía no ha dimitido ni ha sido removido de ese puesto, en el que lleva desde los tiempos de Manuel Lobo. Pero su profesionalidad parece haber quedado en entredicho tras los sucesos que empezaron a desatarse desde finales de 2010, cuando empezó a acercarse peligrosamente la fecha de renovación o, en su defecto, de la publicación de un nuevo concurso para adjudicar la seguridad. Pero a Pancho Rosales se le vio venir con mucha antelación, desde el momento en que Seguribérica perdió el concurso en beneficio de Seguridad Integral Canaria. De entrada exigió a la empresa contratista que mantuviera en su puesto al coordinador, que no tenía la titulación que la Ley de Seguridad Privada exige para esas funciones. Así que fue despedido por Miguel Ángel Ramírez, cuya empresa tuvo que correr con los gastos de dieciséis años de antigüedad. Rosales tomó nota y ha dedicado muchos de sus esfuerzos a entorpecer la labor de los jefes de equipo puestos por Seguridad Integral para controlar el servicio. Por negarles hasta les negó las claves de acceso a los ordenadores personales desde los que se controlan las entradas y salidas de las instalaciones, unas claves de las que disponían los anteriores responsables pero que estaban vedadas a los nuevos responsables del servicio. Y, a partir de que esas claves fueron facilitadas, fíjense ustedes qué cosas, saltó el bulo de la seguridad informática de la Universidad.