Pero hablando del pendón de Santiago Pérez. O mejor dicho, del pendón que portaba Santiago Pérez, que viene siendo una copia, el pendón, del original que se custodia en el Ayuntamiento, tan delicado, el original, dada su edad, el muy pendón, que mejor es no menearlo. El veterano político, lagunero hasta la médula, levantó la mano cuando el acalde se alarmó al comprobar que no había nadie que lo portara este año. Para Pérez es un honor, por mucho que él votara en 2003 a favor de que ese mismo símbolo no se utilizara en otra fiesta importante de La Laguna, la de su fundación, el 27 de julio, y se sustituyera por la bandera de la ciudad. El pendón de la Conquista, que a lo largo de años ha ocasionado múltiples polémicas y algún que otro disturbio, es el que preside la procesión solemne del Cristo, y portarlo es, para un lagunero, lo más lagunero que hay. Su existencia data de 1510, año en que el pueblo de La Laguna, constituido en asamblea, se lo solicitó a la reina Juana de Castilla. Los Sinodales del obispo Arce relatan que aquella asamblea la constituían a partes iguales nativos y conquistadores, lo que a juicio de los que defienden su prevalencia lo valida como pendón pacífico. Y así, pacífico, severo, recio como el clima de La Laguna, paseó el pendón por las calles laguneras, con impecable chaqué bajo un sol de justicia, el siempre indómito Santiago Pérez.