Han sonado las cornetas que ordenan silencio y se ha hecho la paz (o casi) en el Partido Socialista Canario. La gente habla, es cierto, porque no hay ese terror al líder (de haberlo) que se respira en el Partido Popular. Pero los más dados a sacar la lengua a paseo últimamente ya parecen haberse convencido de que en tiempos de tribulaciones lo mejor es cerrar la boca y esperar a que sean otros los que se estrellen. Pero las diferencias no son producto de las mociones de censura de este verano, ni siquiera de las lindezas con que Saavedra obsequia un día sí y el otro también al que fuera su pupilo López Aguilar. La cosa viene fraguándose desde que se constituyó la actual Comisión Ejecutiva Insular y algunos de sus miembros no reconocían la autoridad de otros, y esos otros no entendían que hacían los primeros allí.