Les dijimos en su día que Fernando Becerra es un bocazas y hoy nos tenemos que reafirmar. A medida que avanzan las informaciones sobre el sumario de la operación Unión, descubrimos a un hombre colaborador con la Justicia, temeroso de las consecuencias que puedan acarrear sus actos y absolutamente contagiado por los modos corruptos que ha visto progresar a su alrededor sin más beneficio que las migajas. Parece como si, de buenas a primeras, Fernando Becerra hubiera conseguido la piedra filosofal que le iba a convertir en un hombre influyente en la política y en la esfera empresarial conejera: creía tener en sus manos la voluntad de Carlos Espino, con el que tuvo media docena de conversaciones sublimes, ignorando, el pobrecito, que aquellos momentos de pretendida gloria estaban pasando a la posteridad. Pero en formato CD de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil.