Han dicho los más sesudos analistas políticos de la nacionalidad que el debate de esta semana ha servido para visualizar que ha acabado la crispación, siempre atribuida al PSOE, claro. Olvidan, por ejemplo, que Manuel Marcos Pérez actuó de portavoz del mismo modo que lo hizo el año pasado; y que Santiago Pérez hizo de asistente en las bandas, igual que el año pasado. También se han saltado que el PSOE presentó 152 propuestas de resolución, muchas de ellas similares a las del año pasado, y algunas de las aceptadas en esta ocasión, rechazadas en el pleno de 2009. Crispación hubo, es cierto, pero más bien habrá que situarla en las intervenciones de los grupos pro-gubernamentales, que o bien acusaron a ZP de traicionar a Canarias para hacerse una foto con los líderes andinos (Paulino Rivero), o demonizaron a todas las autononomías socialistas por ser las que peores registros arrojan en parámetros como el desempleo, la sanidad, los impuestos o la educación. Aquello de “gracias Dios mío que Canarias no es socialista” es tan piadoso que no puede considerarse molesto para nadie.