La “puesta en valor” de la inversión por el bien de la humanidad nos está llevando a presenciar obscenidades periodísticas y políticas que se diluyen entre informaciones aparentemente más graves, como la pérdida de la calificación de la deuda soberana o el último anuncio contradictorio del Gobierno de Rajoy. Perdemos de vista el esfuerzo que nos ha costado a todos meter en cintura (o al menos intentarlo) a los que un día se acostumbraron a permitir, propiciar, alentar o participar en pelotazos de muchos millones de euros en Canarias. Así, a las exculpaciones sociales, políticas y mediáticas del pelotazo de Las Teresitas, donde ha aparecido de todo menos el dinero que Zerolo tan generosamente pagó a sus empresarios de cabecera (52 millones de euros), se acaba de sumar estos días el del Canódromo, de Las Palmas de Gran Canaria, una ciudad que ya acumula varias operaciones estrella de este tipo desde que las inaugurara con ese estilazo suyo José Manuel Soria a principios de siglo con La Favorita (pelotazo de 7 millones). Pepa Luzardo, Juan José Cardona, Felipe Afonso El Jaber... protagonistas políticos del culebrón del Canódromo pretenden ahora hacer pasar por los malos de la película a vecinos, concejales y medios informativos que seguimos reclamando que alguien responda por ese quebranto a las arcas públicas de 9 millones de euros que se llevó una empresa inmobiliaria al que el mismo partido, casi una década después, pretendió entregar el negocio de la hemodiálisis por 125 millones de euros. Quieren que nos arrepintamos de señalarlos como actores imprescindibles de esas operaciones y que seamos los que las denunciamos los que paguemos por ello.