Por cargarse se carga hasta los tópicos. La alcaldesa de Las Palmas de Gran Canaria logró este fin de semana acabar con esa cualidad que siempre se dijo que adornaba a los canarios: un pueblo acogedor y hospitalario que trata a sus huéspedes con mucho respeto. Pepa Luzardo, en aplicación de sus caprichos de niña malcriada, de política soberbia e intolerante, empañó los actos oficiales de reapertura del teatro Pérez Galdós por su empeño en ser algo que nunca será: la reina. Empezamos a sospechar, visto lo visto, que el desliz del “besamanos” que se coló en el programa oficial de actos no fue tan involuntario sino que muy probablemente respondió a que esa y no otra fue la terminología empleada por la alcaldesa para ordenar a los suyos que en todo momento se le rindiera tributo a lo largo y ancho de los fastos inaugurales.