La intervención de Soria en el comité ejecutivo regional del PP, distribuida convenientemente en formato digital por el gabinete de prensa de ese partido, podría hacer las delicias de cualquier juez progresista o conservador, de cualquier jurista de reconocido o desconocido prestigio, porque en ella se plasma crudamente la patética doctrina de ese partido acerca de las investigaciones que se han seguido por casos de corrupción que han afectado a sus dignos y ursulinos militantes. Para Soria, lo ocurrido con la denuncia del caso salmón es el hecho más grave de la historia de la democracia española porque, a su enrevesado y muy teledirigido entender, puede significar que otros casos que se han investigado al PP podrían tener la misma génesis. De ahí que insistiera en que “tenemos sobrados ejemplos en esta comunidad autónoma de compañeros que fueron vilipendiados, que fueron esposados, que fueron puestos en el calabozo, que salieron con fianzas ciertamente muy elevadas, que luego fueron bajando, y que han pasado dos años, tres años, cuatro años, cinco años [un globo, dos globos, tres glo-o-bos] y todavía no se ha abierto ni siquiera el juicio”. Como si una falsedad, la de su queja ante el Poder Judicial, tuviera algo que ver con los casos en los que a altos cargos del PP han sido sorprendidos con las manos en la lata del gofio. Porque los juicios llegarán y habrá sentencias, pero nadie puede negar a estas alturas que la inmensa mayoría de los hediondos comportamientos relatados (incluido el viaje del salmón) se produjeron y deberían darle vergüenza. Si es que le queda alguna a este señor.