La historia de los aerogeneradores arranca de muy atrás, de hace dos años, cuando desde la Sociedad de Promoción de Gran Canaria, dependiente del Cabildo, se puso en marcha la idea tras constatar que con el muelle de Arinaga se iba a conseguir la mejor zona de Europa para la captación de vientos. Así, el Cabildo, el Instituto Tecnológico de Canarias (ITC) y la Fundación Puertos del Estado (Autoridad Portuaria) crearon Megaturbinas de Arinaga, S.A., una sociedad para el desarrollo de la energía alternativa desde el sector público. Una buena idea que, además, era rentable. Los cálculos hablan de un negocio de unos 3.600.000 euros al año de beneficios, teniendo en cuenta que, al tratarse de una empresa pública, obtendría un canon ventajoso por el uso de una parcela portuaria. Y tan portuaria, como que iría sobre el espigón del muelle, un kilómetro mar adentro, con unas condiciones realmente inigualables para captar el viento sin obstáculo alguno. Pero llegó Soria al Cabildo y dejó dormir el sueño de los justos a esa sociedad. Su hermano, en Industria, y Arnáiz, en la Autoridad Portuaria, han hecho el resto del trabajo.