José Miguel Barragán es un tipo bregado en política, a la que se ha dedicado en cuerpo y alma las últimas décadas. La experiencia, por tanto, se le reconoce de sobra. Cabría admitir entonces que no da puntadas sin hilo, que cuando dice algo, algo quiere decir, aunque sea de modo estrambótico, perifrástico y muy majorero. Su anuncio de que se han establecido contactos formales con Nueva Canarias para la conformación de alianzas electorales de cara a 2015 todavía lo están dirigiendo en el seno de su propio partido; acto seguido, en Nueva Canarias, y luego en el resto de partidos políticos, redacciones de periódicos y agrupaciones de pulso y púa. Porque fue en Coalición Canaria donde surgieron las primeras dudas acerca de la intencionalidad de tal proclamación de intenciones. A dos años y pico de unas elecciones parece un tanto precipitado forjar esas alianzas, a no ser que la cosa vaya de algo más y sea preciso un proceso largo, como la refundación y refundición del nacionalismo canario con megacongreso y Mas de telonero. Porque hasta al patinazo del pobre Artur Mas hay quien atribuye esa salida de pata de banco de Barragán: fracasado el órdago independista catalán se hacía preciso un contrapeso que eclipsara alguna que otra atrevida incursión en los paralelismos, que de haberlos, suenan muy forzados. Quizás en CC de Tenerife se hayan explicado el anuncio de Barragán de mejor manera: ya se ha puesto nerviosa la dirección del partido tras la entrevista a Manuel Hermoso en Canarias7, donde confirmó lo que le había dicho días antes a Juan Carlos Becerra en Lanzarote: “Hay que darle la llave del BOC a Román” (aquí publicado). O sea, hacerlo presidente por la gracia del nacionalismo, y olé.