Se complica por momentos la profesión de empresario a tiempo completo, particularmente en Canarias, y más concretamente en Gran Canaria. Para especificar todavía más: ser empresario y pretender sentarse en el consejo de administración de la Autoridad Porturia es atrevimiento de alto riesgo. Dicen los defensores de las esencias portuarias que para tales menesteres se requieren unas condiciones muy exclusivas, de esas que sólo atesoran los que han mamado maresía, de los que han estado generación tras generación preservando unas prácticas endogámicas y excluyentes vedadas al resto de los mortales. Según estos oráculos, hay empresarios que no representan a los empresarios, como si de repente todos se olvidaran de que los tres representantes de la Confederación no están ahí delegados por sus colegas portuarios, que ya tienen un representante propio, José Juan Rodríguez Castillo, sino para hablar en nombre de una parte de la sociedad a la que el Puerto se debe. Por lo demás, qué pena que las inconsolables plañideras no pidan la misma cualificación a los políticos, especialmente a los suyos de ellos.