Para hablar de la corrupción del primer compareciente de la trama eólica, insistimos, a José Manuel Soria no se le ocurrió otra cosa que dejarse escoltar por dos fueras de serie. Jorge Rodríguez es el único político en activo que un día tuvo que dimitir de su cargo de concejal de Urbanismo de Las Palmas de Gran Canaria cuando se le descubrió un lío bastante feo con una empresa constructora. El PP, pasado un periodo de descompresión, lo premió haciéndolo primero secretario del consejo de administración de La Caja, y ahora, diputado regional y portavoz del PP en el Parlamento. Manolo Fernández es un trabajador de demostrada solvencia que, sin embargo, contamina al presidente de su partido por ser, desde hace casi cuarenta años, el consejero delegado de Anfi del Mar y mano derecha de Bjorn Lyng, el empresario que llevó a Soria a pescar salmón a Noruega y a escuchar violines a Salzburgo. Con esos mimbres, Soria se puso este miércoles a acusar. Está bonito.