Y así fue, a don Pepito le cautivó el verbo manumitir, aunque cuando lo escuchó por primera vez de la boca de sus amanuenses quiso pensar que era una exigencia doble para Paulino Rivero: que dimita y que deje de cobrar la manutención, es decir, “manumitir”. Sí, me gusta, dijo sin dejar que terminaran de explicarle el significado del palabro. Que dimita y que devuelva lo que es suyo, incluido el helicóptero, clamó puesto en pie en medio del despacho, dedo índice señalando a la lámpara y con voz de conquistador agotado por el viaje llegando a las Américas. No, don José, verá, manumitir es dar libertad a un esclavo, es un verbo en desuso, pero nos viene muy bien para decir a nuestros lectores que España nos debe manumitir. (Ya te dije que le iba a costar entenderlo, susurró por lo bajo Ricardo en un momento en que don Pepito se dirigía a la ventana a mascullar su ignorancia). ¡De acuerdo!, exclamó de repente el insigne editor, le compro el verbo, don Andrés, pero háganme el favor de explicarlo bien en el editorial que no quiero que el noble pueblo tinerfeño crea que nos hemos vuelto locos en esta santa casa. De ahí que la pastoral de ayer domingo en El Día contuviera el verbo manumitir en una ocasión y el sustantivo manumisión en otras cinco, en total, seis referencias a la vibrante aportación a la independencia de Canarias del equipo médico habitual. Y un órdago a la ONU para que deje de apoyarse en Gran Canaria y no en la sagrada Nivaria: “En lugar de estar Canarias presente en las Naciones Unidas (?) es la ONU la que establece una base logística aquí, en la colonia”. Suponemos que a don Pepito y a sus intrépidos colaboradores no les molestará también que la ONU ayude a la vecina África. ¿O sí?