Es absolutamente extraño, a la par que revelador, que la Fiscalía General de la Comunidad Autónoma, de cuya calidad democrática pocas veces hemos dudado, no haya actuado ya de oficio para analizar el alcance de ciertos editoriales del periódico El Día. Y no lo decimos solamente con animus mortificandi, sino también porque tenemos muchas ganas de saber cómo se plantearía la defensa el ilustre editor independentista, militarista, protogolpista y recalcitrante insularista. Porque todo cabe en ese cajón desastre (tal cual) que es la línea editorial de El Día. Este miércoles rebasó nuevamente los límites de la cordura constitucional (y la otra) para pasar a pedir directamente un golpe militar que ponga orden en medio de tanta tribulación, por llamar a esto de alguna manera. Lo decía literalmente así, para que no nos digan que lo manipulamos: “Llega un momento en que la democracia se desborda y se convierte en una partitocracia. Es lo que está sucediendo en España y en Canarias, pues aquí sufrimos, corregidos y aumentados, todos los males del país que nos coloniza. Por eso no dudamos en afirmar que se está haciendo necesaria, al menos temporalmente, una disciplina militar. Una intervención concreta y momentánea para restablecer el orden. Luego los uniformados habrían de volver a sus cuarteles”. Tras la lectura de tan patrióticos y marciales comentarios nos viene a la imaginación la cara que habrán puesto los dos escribanos de don Pepito en el momento de anotar y luego pasar a limpio el dictado. ¿Habrán advertido al augusto editor que hay límites que constitucionalmente está feo rebasar? ¿Le habrán recordado que un independentista no debe invocar al Ejército colonizador para resolver sus problemas, digamos, nacionales? Seguro que pasaron de todo los muy acomodaticios.