Mientras Mauricio y los suyos (Fernando González, Aurelio Ayala...) hacen campaña puerta a puerta pidiendo a los suyos acercamientos al compañero José Manuel, los empresarios reciben en sus despachos al camarada con mucha curiosidad y mayor asombro. Lo escuchan con atención, esperan a que llegue a la parte heavy metal del relato (la conversión soriana al nacionalismo), se toman un pequeño respiro antes de flipar, y luego contestan. Dicen que la mayoría de los tocados por Mauricio o sus adláteres responden que muy mono, pero que no se creen eso de la insoportable levedad de Zapatero, que esperan ver la política económica del presidente y que lo mejor para Canarias es que cambie el Gobierno cuanto antes. Es entonces cuando Mauricio cuenta que sí, que ya van a destituir a la señora Montelongo, y los interlocutores vuelven a flipar, aspiran una calada de puro y piden al camarada tiempo para digerir.