Fue sumamente puntual este martes Jorge Rodríguez a su llegada a los juzgados de Telde, donde había de comparecer a las nueve de la mañana. Llegó seis minutos antes de la hora, alicatado hasta el techo, de riguroso oscuro y avanzando con paso seguro y estirado, como corresponde a ocasiones tan solemnes y a la percha tradicional del personaje. La puntualidad británica y los modos espartanos que le caracterizan le jugaron una mala pasada porque esos seis minutos ante las puertas del juzgado, cerradas a cal y canto, sirvieron a los reporteros gráficos para llenar hasta las trancas el fondo de armario de imágenes de archivo de tan lustroso personaje. Luego le abrieron, desde dentro, porque él estaba encerrado, pero por fuera. Qué susto. Y qué fotos.