La verdad es que resulta altamente llamativo lo que ocurre con la Autoridad Portuaria de Las Palmas, en contraste con la calma chicha (con perdón) que reina en el mismo organismo tinerfeño. Al consejero de Transportes, el buenazo de José Ramón Hernández, le hicieron pasar el mal trago de enviar un fax de aviso de destitución a Mayoral a una hora tan impropia como las 20.47 del pasado 13 de septiembre, lo que pretendía evidenciar que al Gobierno se le había acabado la paciencia con el presidente portuario socialista. Pero tras esos furores, muy al estilo del furibundo vicepresidente, ha venido la tranquilidad administrativa, que se traduce en que Mayoral siga ahí y el Gobierno continúe sin designar a sus representantes en ese organismo y sin mandar sus cabreos al BOC. Vayan ustedes a saber qué cuentas de la vieja se andan haciendo.