No sólo el edificio de La Favorita, la vieja fábrica de tabacos que Soria mandó comprar con dinero público, incumple con el objetivo para el que se dijo que se compraba. Ni es la portentosa bandera de la Plaza de los Fueros de Gran Canaria la única constatación de la megalomanía de ese político y su alegría irresponsable para tirar a la basura lo público. Esta semana ha saltado a la palestra que, dos años después de inaugurada la Bodega Insular de Gran Canaria por ese portento de la gestión, aquello no se ha podido abrir. Tiene defectos en la construcción y no está mínimamente dotado para las funciones para las que fue creada. Ahora sabemos un poco más, por ejemplo el nombre de la consultoría que Soria impuso a los bodegueros para seleccionar al enólogo que produjera los vinos de Gran Canaria. Total, 123.000 euros. La luz y el agua aparte.