Seguramente sin pretenderlo, y por aquello del pulso que los gobiernos de España y de Canarias mantienen con los controladores aéreos, particularmente con los de las Islas, Paulino Rivero ha abierto una imprevisible caja de truenos sobre el uso de los helicópteros de emergencias que tiene a su servicio la nacionalidad (y olé). Es evidente que un territorio como el nuestro, tan chiripitifláutico, desmembrado y archipielágico precisa de un eficiente servicio aéreo de emergencias para traslados sanitarios, incendios y otras vicisitudes. Lo que no está aclarado ante la opinión pública es el uso paralelo de ese servicio aéreo (contratado por concurso y dos piedras) para el traslado de personalidades del tipo de don Paulino. Pero es más que evidente que si no fuera gracias a un helicóptero permanentemente a su servicio, al presidente le sería materialmente imposible estar en tantos sitios prácticamente a la vez.