Las desavenencias entre Cristina Tavío y Guillermo Díaz arrancaron, efectivamente, del caso Bragagate. El subdelegado sostiene que su jefa de filas le obligaba a firmar aquellos talones y sus grotescas justificaciones, y con esa cruz cargará hasta que el asunto haya prescrito porque todavía pende sobre todos ellos el temor a que Justicia y Sociedad denuncie por la vía ordinaria, una vez Anticorrupción se desentendió del asunto. Aquel escándalo se agravó por culpa de la mala defensa pública que plantearon la presidenta del PP tinerfeño y el secretario general regional, Manuel Fernández. Descubierto el escándalo, las escapatorias diseñadas fueron peores que el mismísimo escándalo. Ya es grave pagar con dinero asignado al grupo municipal todo tipo de placeres personales, lavados de coches, vinos, circuitos de spa o ropa interior para ambos sexos, pero más grave fue pretender justificar aquellas facturas alegando que se presentaron para simular unos gastos cuando el dinero en realidad iba directo a financiación del PP. El mosqueo entre Tavío y Díaz se acrecentó cuando a principios de 2011 la presidenta insular del PP quemó públicamente las opciones de su compañero al proponerlo virtualmente como candidato a la alcaldía de Santa Cruz de Tenerife, puesto que acabó ocupando ella misma. Y hablando de quemar, ¿se quemaron las facturas del Bragagate, custodiadas por el secretario del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife? Porque al parecer están desaparecidas, lo que ha contribuido a un evidente y público fortalecimiento de la amistad entre Cristina Tavío y Miguel Zerolo.