El flamante diputado número cuatro del PP por Santa Cruz de Tenerife ya ha encontrado la sombra que mejor ha de cobijarle para hacer especialmente llevaderos estos próximos años de política que le quedan por delante. Antes ha tenido que sufrir las vicisitudes de un partido que, en Tenerife, sigue sufriendo la inestabilidad de unas direcciones insulares que no terminan de sintonizar con su excelencia, el ministro de Industria y presidente regional de la cosa. Torres ha pasado por ser de Bravo de Laguna cuando era el actual presidente del Cabildo quien mandaba en el PP; tras perder el Gobierno en 1999, volvimos a saber de él cuando lo recuperó para la causa el presidente de la gestora insular tinerfeña, Guillermo Guigou, pero la llegada de Cristina Tavío un año más tarde lo coloca de nuevo en la reserva activa. Torres reaparece en 2008 posicionándose junto a cargos como Torvisco, Soriano, Oñate, Talavera o García del Castillo en favor de la candidatura de Ángel Llanos a la presidencia insular del PP. El fracaso de aquel intento por desbancar a Tavío lo condena de nuevo a un breve ostracismo del que lo recupera en 2009 ese visionario de la política y el urbanismo (el orden de los factores no altera el producto) que es Manuel Fernández. Ahora Manuel Torres es diputado, y al tiempo que alcanza la cumbre de su carrera política, toca con la punta de sus dedos la máxima desfachatez.