Arcadio Díaz Tejera creyó (y parece que sigue creyéndolo) tener más apoyos que su compañero de operación, pero las cuentas no salieron nunca. Primero porque se equivocó en algunas sumas básicas fiándose de quien y de lo que no se debió fiar, y segundo porque daba por hecho que, de haberse retirado Manuel Marcos, él iba a ser el receptor de sus votos. El efecto contrario era más creíble, y de ello lo convencieron (o casi) a pocas horas de que diera comienzo el congreso regional, cuando ya era demasiado tarde para recomponer el descosido. Un descosido que se acrecentó con algunas fugas inesperadas en los previsibles respaldos al palmero, que vio cómo se le desmoronaban los apoyos de Lanzarote y algún voto secreto de su propia isla, La Palma, de la misma manera que José Miguel Pérez apreciaba fugas imprevistas en El Hierro y alguna sorpresa en Tenerife o en Gran Canaria. Dicen los expertos en congresología socialista, que el discurso del sábado de Manuel Marcos, más en clave orgánica y mitinera que el de José Miguel Pérez, convenció a algunos indecisos y a punto estuvo de virar la tortilla.