Lo confiesa él mismo: le hierve la sangre. Es la expresión que empleó este lunes el editorialista del periódico El Día para describir el estado que le embarga cada vez que se pone a elucubrar sobre los desequilibrios que, a su juicio, propicia Televisión Española en Canarias. Era de prever que la retransmisión de las campanadas de Fin de Año desde el Faro de Maspalomas le produjera un ataque indescriptible de donpepitismo y, tras subirse ocho o diez veces por las paredes, esperara al lunes para lanzar un sentido editorial solicitando la dimisión de Lourdes Santana, la directora de TVE-C. Y lo ha hecho porque al presentador, Roberto Herrera, no se le ocurrió otra cosa que decir que aquello era Maspalomas, una de las mejores playas del mundo. Y ya metido en agravios, don Pepito atacó a la tele pública por poner en los mapas del tiempo a la isla de Gran Canaria (Las Palmas, la llama él) más veces que la de Tenerife, cosa de la que, la verdad, no nos habíamos percatado hasta ahora.