Pedimos disculpas por anticipado a todos los que con pasión defienden que los viajes de Soria y su familia a Salzburgo y a Noruega fueron sin querer, es decir, que de repente se vieron volando van, volando vienen, sin saber quién les metió en aquella dádiva. Hemos hecho el cálculo de las anchoas regaladas por Björn Lyng al vicepresidente del Gobierno de Canarias calculando solamente vuelos regulares de Iberia, y los datos son bastante elocuentes. La ida y vuelta a Salzburgo es imposible desde Gran Canaria, lo que obliga a ir vía Viena. Dos billetes de ida y vuelta en Bussines Club (descartamos Misery Class por razones obvias) salen en agosto 5.786 euros. A lo que cabría añadir los vuelos interiores de ida y vuelta entre la capital austriaca y la cuna de Mozart. A no ser que el trayecto, de 299 kilómetros, se haga por carretera, tres horas de nada en un vehículo de alquiler. Una paliza al alcance de cualquiera que lleve en el mini-short 6.000 o 7.000 euros en efectivo para ir a un concierto de Justus Franz, que también tiene trillos la cosa.