No queremos pensar cómo reaccionaría Vicente Garrido y su equipo de la Fiscalía si les tocara lidiar con críticas y acusaciones de alto voltaje de las que cada día podemos leer en determinada prensa nacional contra Cándido Conde-Pumpido y otros fiscales de alto rango, unas veces por acusar al PP en la trama de Gürtel u otras por pedir el archivo del caso Faisán, o sencillamente por considerar que Garzón no ha delinquido. Nada de eso se lee o escucha por estos lares, ni deseamos escucharlo porque ésas sí parecen descalificaciones difamatorias e insultantes. Otra cosa es que se critiquen resoluciones, tanto de fiscales como de jueces, cada uno con la gracia con que le haya adornado la madre naturaleza, porque seguimos manteniendo que no sólo es un derecho de los medios informativos, sino sobre todo una obligación. Pero Garrido se mantuvo en sus trece y, tras proclamar que los críticos “han pinchado en hueso”, aseguró que la Fiscalía “no se va a dejar presionar”, por nadie, que es la institución que “representa a la sociedad ante los Tribunales de Justicia”. De ahí que lanzara una invitación a “todos aquellos ciudadanos (periodistas o no) que tienen conocimiento de un hecho que pudiera ser delictivo, [para] que cumplan con su obligación de denunciarlo ante quienes deban investigarlo”. Para acabar con unas enigmáticas palabras también con destino togado: “Nos gustaría que todos los sectores del ámbito de de Justicia compartieran con nosotros estos principios. Estamos seguros de que la inmensa mayoría de ellos así lo hacen todos los días, desde el abnegado y silencioso trabajo hecho con rigor y profesionalidad, sin caer en la tentación de aplicar el poder que nos dan las leyes para otra finalidad que no sea la que las propias leyes marcan”. Y se cerró la mañana de discursos.