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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Un ataque de tos y un refinamiento

Jorge Rodríguez, este juicio, durante el juicio del caso Grupo Europa. (EFE/ Ángel Medina)

Se cumplía este jueves el quinto aniversario de las primeras detenciones decretadas por Baltasar Garzón en torno a esa enorme trama de corrupción del PP que es el caso Gürtel. Cinco años desde que los españoles escucháramos atónitos a los más insignes dirigentes nacionales del PP clamar a los cuatro vientos contra una “conspiración” y “una operación orquestada” desde las alcantarillas del Estado (mayormente socialista por entonces) contra las almas cándidas del partido de Mariano Rajoy. Cinco años en los que, salvo error u omisión, el único condenado por ese escándalo es el juez que osó investigar al PP.

Coincidiendo justo con esa efeméride, un destacado dirigente del PP canario comparecía este jueves ante un tribunal formado para juzgarle por un presunto caso de corrupción, el llamado Grupo Europa. Y decimos comparecía y no “respondía” porque Jorge Rodríguez Pérez, actual portavoz del PP en materia de economía en el Parlamento de Canarias, se negó a contestar a las preguntas del fiscal anticorrupción en un gesto que le delata por completo. Está en su derecho de no declarar, lo dice la Constitución, pero que un cargo público elegido por los ciudadanos, cobrando del erario público, que defiende en teoría el interés general y que está acusado de delitos cometidos precisamente aprovechándose de su cargo, decida no someterse a la contradicción con la acusación pública representada por el Ministerio Fiscal, dice bastante poco de su interés por aclarar todas las acusaciones que pesan sobre él.

La Policía engañó a todo el mundo, por supuesto

La Policía engañó a todo el mundo, por supuestoClaro que en pocos minutos quedó despejada para el tribunal y para el escaso público presente (su declaración no estaba prevista para la tarde de este jueves) cuál es la estrategia de defensa principal del acusado Jorge Rodríguez: la misma que sus dirigentes nacionales con el caso Gürtel, la de la conspiración contra las almas cándidas del PP. El diputado afirmó sin ambages que su imputación y posterior acusación en esta causa responde a un intento de la Policía de “poner en duda su honorabilidad” con “oficios policiales capciosos, voluntaristas, tendenciosos y parciales con los que han confundido al fiscal y al juez instructor”. Nos saltamos, llegados a este punto, la instrucción del juez, que contrasta -con los métodos judiciales del Estado de Derecho- lo que dicen los oficios policiales con las versiones de los imputados; o lo que dice el denunciante de la trama, Francisco Benítez Cambreleng, sus apuntes contables y las pruebas de cargo aportadas. Todo es una conspiración de la Policía que, con un arte que no se puede aguantar, logró engañar al fiscal anticorrupción y al juez del caso Faycan, Francisco Javier García-García Sotoca, para que se creyeran lo peor. A la estrategia de defensa de Jorge Rodríguez contribuyó de manera eficacísima su patrono-contratante, José Manuel Antón Marín, administrador de Grupo Europa, que protagonizó una grotesca puesta en escena ante el tribunal simulando primero un violento ataque de tos con el que su abogado pudiera pedir la suspensión (o subsidiariamente la nulidad de su declaración dado su lamentable estado) y adoptando acto seguido una postura chulesca frente al fiscal que el presidente del Tribunal permitió holgadamente para que todos los presentes pudieran comprobar el proceder (y la procedencia) del deponente. Su falta de respeto al tribunal contrastó, como era de esperar, con la elegancia británica de Jorge Rodríguez, que prefirió no contestar a Luis del Río manteniendo siempre ese gesto característico suyo de refinado dandi alicatado hasta el techo que, sin embargo, negociaba menús en el Patio del Cuyás a precio obrero. Memorable su desmarque de expresiones vulgares como “poner las pilas” al alcalde de Telde. “No forman parte de mi vocabulario ni de mi expresión doméstica o profesional tales palabros” porque, señoras y señores, “soy demasiado prudente, exquisito y cortés” como para caer tan bajo.

La elegancia de Jorge Alberto

La elegancia de Jorge AlbertoTan exquisita elegancia, tan alto concepto de sí mismo, de su honorabilidad y de las buenas costumbres que un hombre de bien debe siempre observar para ser respetable en nuestra sociedad, no impidieron sin embargo al diputado Jorge Alberto Pérez saltarse olímpicamente las normas de dedicación exclusiva del Parlamento de Canarias para asesorar a empresas, introducirlas en ayuntamientos gobernados por el PP, y cobrar sus sudados emolumentos, ora mediante factura, ora en dinero B, como este jueves volvió a reafirmar el denunciante. Gracias a esta trama sabemos que, al menos para Grupo Europa, el portavoz económico del PP se saltó su deber de dedicarse en exclusiva a las tareas propias de un representante popular. Pero, eso sí, lo hizo gracias a un permiso verbal que le otorgó ¡el secretario del Parlamento! No la Mesa del Parlamento formalmente constituida para analizar su caso; ni la comisión del Estatuto del Diputado, lo hizo el secretario y de manera verbal. No hemos encontrado en nuestro elegante vocabulario la palabra más guarra para definir esta lamentable excusa. ¿A cuántas empresas más asesoró en la VI Legislatura el diputado Pérez por este procedimiento de autorización verbal? ¿Utilizó las mismas fórmulas de cobro? ¿Cómo es posible que siendo diputado con dedicación exclusiva formal (permisos grotescos aparte) mantuviera abierto despacho de asesoramiento empresarial en el edificio del Cuyás en cuyo patio desayunaba, almorzaba y cenaba por la módica cantidad de 20 euros al día? Porque una cosa es un “esporádico”, como dice Antón que en alguna ocasión le hizo Jorge Alberto, y otra bien distinta es coser para la calle todo el santo día, como queda casi de manifiesto en esta causa. Todo lo ocurrido en la sala de vistas del TSJC este jueves lo tienen desarrollado en la crónica de nuestro compañero Alexis González.

Se pone fino el PP

Se pone fino el PPYa habrán visto por ahí que los principales partidos de Canarias tienen algunos problemillas internos propios de la cercanía de una campaña electoral y el consiguiente acomodo y reacomodo que cada uno considera necesario hacer de sus posaderas. Hasta Izquierda Unida, que por primera vez en décadas tiene algunas posibilidades de ocupar poltrona, anda abierta en canal con algunos de los que fueron (y quieren volver a ser) sus más insignes representantes, verbigracia, José Manuel Corrales. De la crisis de CC, abierta a ver quién sustituye a Paulino (sí se deja), no hay muchas novedades, salvo el hecho cierto de que no era oro todo lo que relucía del lado lagunero. En el PSOE, como venimos contándoles, hay incendios y expulsiones protestadas en las islas occidentales. Pero nos faltaba el PP, que ya ha empezado sus particulares escaramuzas internas. Ahí tienen a Asier Antona ejerciendo de presunto jefe interino de martes a jueves, lanzando pullas hacia el alcalde de San Juan de la Rambla por su desmedida afición a la bebida. Dice que es una vergüenza que siga de alcalde, que debió dimitir, pero él no se atreve a expulsarlo. Lo mismo que hizo con Sigfrid Soria cuando, desde su cuenta de Twitter, rajó contra los perroflautas y lanzó amenazas sin límite contra quien le hiciera escrache (palabra sagrada en el PP que ahora utiliza contra los jueces que no le ríen la gracia). Antona, crecido en un programa de televisión que casi nadie ve, arremetió también contra el insularismo de José Miguel Bravo de Laguna, arriesgándose a llevarse un cogotazo de Rajoy como al presidente del Cabildo de Gran Canaria le dé un día por descolgar el teléfono y ponerse al habla con Mariano. Ya más en lo doméstico, grandes fastos en Ingenio, donde los concejales del PP se tiran los trastos a la cabeza y se dedican cariñosos versos como estos que profirió en una radio-web el concejal de Deportes, Sebastián Suárez, a su compañera Pino Vega: “Baja altura política” con “futuras miras políticas que interfieren en la labor municipal”; “personas que llevan más de un año sin dedicaciones y a lo único que vienen es a dar por culo”, lo que le conduce a estar “hasta los cojones de estos”, y “harto de poner la cara y que me la partan cuatro subnormales que no tienen ni puta idea de lo que estamos hablando”. Precioso.

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