Ocurrió la noche de este lunes en el multitudinario estreno de la serie de humor más ambiciosa de cuantas haya puesto en marcha la Televisión Autonómica de Canarias tras once años de historia, La Revoltosa. Y matizamos “de humor” porque ya ha habido cuatro teleseries de ficción, cada una con su padre y con su madre, además de su respectiva audiencia. Con unos minutillos de retraso compareció ante la rebosante sala elegida para la ocasión en los multicines de Las Arenas un capitidisminuido Willy García con sus doce minutos de discurso inapropiado para el momento. Con su recurso a las audiencias como justificación del todo vale, con sus apelaciones al encargo presidencial que dice que recibió hace tres años y con los reproches a los que han tratado de “cercenar” o de “dinamitar” su proyecto televisivo reclamando insistentemente un recorte de su presupuesto, el director general de la cosa más parecía estar en un funeral, su propio funeral de despedida, que en un bautizo, el de una superproducción canaria en los tiempos que corren. Porque las suyas no fueron unas palabras para un acontecimiento singular, sino un discurso para el autobombo, para presumir de los logros obtenidos hasta convertir el guiñapo que heredó “en el más potente e influyente medio de comunicación de Canarias”.