Rivero ha de aprovechar estos días de gloria para sacar todo lo que de ingenioso tiene cuando se explaya. Este lunes por la tarde-noche estaba encantadísimo de conocerse, de relatar con pelos y señales cómo negoció con Zapatero, cómo sin apenas tiempo de afeitarse se presentó en Tacoronte a decir a la prensa que o le daban lo de las aguas interiores o “tumbábamos los presupuestos”. Tanto se lanzó que se llevó por delante algunos detalles relevantes, como la presencia de varios periodistas en la sala conocedores de muchos detalles de esas históricas negociaciones, por emplear sus mismos términos. Para que la audiencia viera que aquello no fue un churro, se remontó a las negociaciones con Aznar en 1996 y contó cómo se presentó corriendo en Madrid con Mauricio para ser los primeros en dar su respaldo al Gobierno del PP, al que hubieran bastado el PNV, que llegó más tarde. Por eso criticó al PSOE por criticarle entonces; al PP, por hacerlo ahora, y al que “se pone las plumas” por lo del tren, Román Rodríguez, porque el que lo consiguió fue nuestro Paulino, que tenía su día, sólo suyo, sólo suyo. Menos mal que lo de la pluma iba por el presidente de Nueva Canarias, que no vean cómo se han puesto en Madrid con “el plumero” que sacó de paseo Pepiño Blanco en referencia a lo que se le ve a Rajoy.