Son cosas que pasan cuando se mezcla el agua con el aceite para impedir que en el plato prevalezca el vinagre. La dirección regional del Partido Socialista Canario puso toda la carne en el asador, y con ella toda la artillería propia y extraña, para impedir que Javier Abreu se hiciera con la secretaría general en Tenerife, y justo al día siguiente pidió agua por señas. Poner de presidente insular a un declarado enemigo del pacto con Coalición Canaria y de secretario de Organización a quien prefirió irse a la oposición antes de gobernar con los nacionalistas, y convocar a rebato a todos los juanfernandistas y santiaguistas dispersos por el mundo para frenar al lagunero, ha dado lugar a una Ejecutiva totalmente inoperante, atrapada en su misma maraña de intereses. Lo comprobará la militancia en cuanto se convoque el primer Comité Insular, el máximo órgano entre congresos, donde el bloque monolítico que respalda a Javier Abreu deje en evidencia esa dispersión de criterios y de egos que Paco Spínola y Julio Cruz amasaron en el reciente congreso insular. Justo al día siguiente, alguien de la Ejecutiva Regional telefoneó a Abreu para que ejerciera de lo mejor que sabe hacer, de fontanero, pero el fontanero que quiso ser jefe de tropa y no lo dejaron, así que se negó a remangarse nuevamente y hacer el trabajo que los señoritos se niegan a hacer.