La pelotera que se montó en su día -recordarán- con los tres del istmo (Pepa, Manolo y Arnáiz) subiéndose por las paredes, llevó a la alcaldesa incluso a pasar el cepillo, esto es, a pedir a unos cuantos empresarios dinero para pagar a los arquitectos ganadores y, de ese modo, ahorrarse un feo internacional. No tuvo éxito la señora Luzardo, quizás porque pidió incluso a los empresarios que el mismísimo trío había dejado fuera del negocio del istmo cuando constituyó aquel famoso y selecto club de elegidos. Para curarse en salud, la alcaldesa ya le consiguió al argentino Pelli el proyecto de Evemarina en la calle Pavía, junto al auditorio, tras convencer a los promotores de que era lo mejor para tener unas alturillas más. El arquitecto que había elegido Evemarina era Calatrava, al que esperemos no tener que indemnizar entre todos los administrados canarios.