Los valencianos deben sentirse orgulloso de su Paco Camps. No por la impecable gestión de las cuentas públicas, ni por el déficit más abultado de todas las comunidades autónomas de España. Tampoco deben presumir de cómo dilapidó dinero público en disparates como la Fórmula 1 o la visita del Papa, o cómo continuó hasta la ruina indefendibles proyectos heredados de su antecesor, otro elegante Eduardo Zaplana, como Terra Mítica o la Caja del Mediterráneo, recientemente rescatada del agujero financiero más profundo con el dinero de todos los españoles. Los valencianos deben sentirse orgullosos de haber tenido un presidente de la Generalitat que iba más bonito que un San Luis, con trajes entallados cortados a la medida, con corbatas de marca, zapatos de ante impecables, relojes de marca y pulseras muy cool. Camps defiende su fondo de armario ante un jurado de valencianos que deben resolver si el acusado y su compañero de gobierno, Ricardo Costa, cometieron cohecho impropio al aceptar todos esos trajes y regalos de la trama corrupta de Gürtel. Un jurado entre los que seguramente habrá muchos votantes del PP, sin duda, porque en Valencia son legión; y donde hay una candidata socialista a las municipales que apareció como suplente en la lista de un pueblo de la región. Y habrá sin duda parados que están teniendo que soportar la sublime ofensa de comprobar lo elegantemente vestidos que pretendían ir sus dirigentes para agradar a sus electores mientras se iban por el sumidero millones de euros que gestionaba una organización mafiosa. Creen que las urnas ya les han absuelto y que será fácil que ese jurado lo haga también.