Mientras tanto, al otro lado del charco, el presidente del Parlamento, el también muy popular Gabriel Mato, convertía en palabra de ley la pirula de la temporada, consistente en agarrarse al reglamento como clavo ardiendo para impedir que la consejera de Presidencia del Gobierno, la también muy popular María Australia Navarro, pudiera comparecer en la Comisión de Gobernación a contarle al mundo mundial qué cosa es esa de un decreto de casinos que sólo parece defender ella. Mato tiene instrucciones concretas del generalato y sabe que lo de los casinos, por su propia composición, olor, color y sabor, debe dejarse para después de las elecciones. Lo malo es que tiene junto a él a otros importantes sabuesos del reglamentarismo parlamentario, y ya le han metido entre pecho y espalda una interpelación que supondrá que podamos ver a la señora Navarro dos veces, dos, sufriendo ardores en el pleno de la Cámara. Siempre por el mismo asunto, claro.