Desde el petróleo a la deuda sanitaria, desde las cuentas públicas hasta el modelo turístico y energético, el PP tiene extremadamente limitado su discurso en Canarias porque es imposible sostener ahora lo contrario a lo que defendió desde el machito. Con el problema añadido de que el margen es el que es y viene fuertemente impuesto desde Madrid, donde manda quien manda. Y, de remate, tener que soportar que el único ministro canario que ha dado ese partido en su historia se esté comportando de manera tan agreste, alimentando los sentimientos más nacionalistas, dejando pasar por inofensivos a los socialistas y abriendo una brecha enorme incluso dentro de la derecha sociológica canaria. Porque cada día que pasa se hacen más intragables los discursos de los dirigentes empresariales, necesitados de estar a bien con el ministro. La contestación institucional se les atraganta y temen por una opinión pública soliviantada que empieza a preguntarse si esto es crisis económica o sencillamente atropellos. Con esas claves supo sintonizar ayer Román Rodríguez en poquitos minutos. Falta saber si alguien le escuchó con la atención o todo quedará para la solemne posteridad del Diario de Sesiones a la espera de que la autonomía nuestra, esta nacionalidad en crisis, cumpla sus primeros 200 años.