Las ocurrencias de Mario Hernández Sanginés, castigo de los Asuntos Sociales del Cabildo grancanario, sólo podrán dejarnos de sorprender cuando alguien lo destituya y le advierta muy seriamente, mirándole a los ojos, que la gestión de la cosa pública no está hecha para él. Que se puede dedicar a muchas otras cosas, claro, porque inútil-inútil no es, pero a esto, la verdad, no. La última ocurrencia del buen hombre ha sido convertir las instalaciones de los campamentos de Tamadaba en una especie de Guantánamo pero a nuestra manera, claro, en plan Guantamadaba con guanchanchas modelo armario cuatro por cuatro y todo. Hasta allí ha enviado a los jóvenes más conflictivos de la residencia La Montañeta, una vez tuvo que caerse del guindo media humanidad para reconocer que lo que allí pasaba era inadmisible en una sociedad tan moderna como la nuestra. Claro que los trasladados no deben ser unas joyas de la conducta y la urbanidad, pero de repente a alguien se le debería ocurrir preguntar cómo se produjeron esos traslados hasta los que fueran campamentos de la OJE, en qué condiciones tuvieron que soportar la reciente tormenta que se abatió sobre Gran Canaria, y con qué especialidad contaban los pedazos de guardianes que Aeromédica Canaria colocó para vigilar a los conflictivos jóvenes y no tan jóvenes. Para tal encomienda, a la empresa -cuyo presidente del club de fans debería ser el diputado Luis Pareja- don Mario le ha adjudicado la cantidad de 66,71 euros al día por cada muchacho, es decir, más de lo que se paga por el mismo concepto a cualquier ONG dedicada a la cuestión, 51 euros. Sin contar con que, en el caso de Guantamadaba, las instalaciones las mantiene el Cabildo también.