Televisión Española se rige todavía por un convenio laboral esclerótico que impide no ya producir los programas de entretenimiento que se encargan a productoras privadas (los informativos sólo se hacen con personal fijo de la casa), sino incluso poder reaccionar con agilidad ante exigencias de los ciudadanos. El ejemplo más palmario lo encontramos aquí mismo, en Canarias, donde es impensable un especial informativo para cubrir acontecimientos extraordinarios como un temporal. La última alerta, de color rojo, encontró al centro de Canarias con un redactor de local y otro de deportes, con sus respectivos horarios de 10.00 a 18.00 y si te vi, no me acuerdo (el convenio de RTVE es de 35 horas semanales, haga frío o calor, llueva o truene, se muera el Papa de Roma o se caigan los celajes). Basta con remitirse a los comunicados sindicales para comprobar que lo último que mueve a los representantes laborales es la calidad del servicio público que se presta. Para encender un ordenador es preciso un jefe y un auxiliar que apriete el botón. O para mover una cámara, un oficial que desplace el cable correspondiente porque si no, el operador no opera.