La gravedad del fuego declarado este viernes en la cumbre no se correspondió con la diligencia de las autoridades grancanarias responsables de la emergencia. Esperaron a que hubiera 300 desalojados y cien casas afectadas, además de 70 hectáreas ardiendo y seis focos descontrolados, para elevar el nivel al rango 2, por el que se traspasa la gestión de la emergencia al Gobierno de Canarias y, acto seguido, se activan los medios más contundentes para hacer frente al siniestro: aeronaves y personal de otras islas, así como la Unidad Militar de Emergencias (UME) del Ejército de Tierra. La bisoñez de pretender hacerlo por cuenta propia o la negligencia derivada de un arriesgado orgullo, se puede sintetizar en lo dicho por el responsable del Cabildo al frente de las labores de extinción: Luis Fernando Arencibia declaraba a las 19.00 que “hay que analizar objetivamente el incendio y no podemos aventurarnos a mover a cien efectivos de otra isla por una cosa que probablemente se pueda extinguir con personal de aquí”. Para entonces, ya se habían desalojado a medio millar de personas y las previsiones meteorológicas ya hacían más que aconsejable recurrir a ese nivel 2, como ocurrió, quizás demasiado tarde, hora y media después. Durante esa tarde se vivieron algunas escenas realmente penosas, como pretender movilizar a la UME, que según dijeron hacía maniobras en zonas cercanas, cuando ese cuerpo lo activa el Gobierno previa elevación del rango de la emergencia.