Ya se nota la impronta del marqués en La Oliva, donde las cosas funcionan de una manera más moderna, a la par que rentable. Ya se ha producido la primera gran oleada de cargos de confianza y enchufados varios, como ocurre siempre tras una censura. Y de un somero repaso a la pedrea nos hemos encontrado con un nombre que nos ha resultado muy familiar, el de Mariola. La doña, que viene a ser la pareja sentimental (“y madre de mis hijos”, como él mismo refiere) de Domingo González Arroyo, ha ocupado un puesto de nueva creación que no entendemos cómo no existió nunca: el de jefa de compras. No nos podemos imaginar qué competencias tendrá, qué margen de arbitrariedad en la elección de proveedores y si podrá comprar de todo o dejará algún entretenimiento de los pánfilos socialistas del norte. Por cierto, dicen que el marqués no dejó que abandonara el pueblo el coche de la alcaldesa en su primera ausencia oficial, para lanzarse en plancha a ocupar el despacho de la Alcaldía y pensar en voz alta que cualquier tiempo pasado fue mejor.