Las cosas que ocurren con algunas organizaciones no gubernamentales pasa de castaño oscuro. Muchas ya se han convertido en auténticas empresas y algunos sindicalistas pretenden, por la vía de enmedio, transformar a sus trabajadores en funcionarios públicos. Todo porque las benditas ONG, que hacen en ocasiones un trabajo impagable, se financian casi en exclusiva de la subvención pública. Tanto que cuando la cosa va mal, se reclama más subvención pública, y así hasta agotar los presupuestos, la paciencia de quienes los administran y los recursos que debieran ir para las organizaciones que funcionan bien, estiran el euro como si fuera chicle y tienen a sus empleados y voluntarios motivados y sin revisión de IPC.