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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

El pacto entra en los minutos de descuento

El presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo (i), acompañado por la consejera de Hacienda, Rosa Dávila.

Carlos Sosa

Teresa Berástegui no ha tenido el menor recato en confirmar lo que era un secreto a voces: que el presidente del Gobierno de Canarias (y de Coalición Canaria de Tenerife) estuvo en todo momento detrás de la moción de censura al ya ex alcalde socialista de Granadilla, Jaime González Cejas. Berástegui no habla por boca de ganso: ella misma fue la negociadora en nombre de Ciudadanos con el Partido Popular y Coalición Canaria para aquella operación. Se lo ha contado con todo lujo de detalles a Diario de Avisos, que no dudó este domingo en abrir con ese asunto su portada quebrando la unanimidad nacional (e internacional) de mandar con el fallecimiento de Fidel Castro.

Tiene sus motivos el periódico de Lucas Fernández para resaltar las hazañas de Fernando Clavijo y sus huestes, empeñados todos ellos en silenciar por la vía más expeditiva cualquier voz crítica en los medios de comunicación. El decano de la prensa de Canarias se empeñó, desde el primer momento en que cambió de propietarios, en distanciarse del dolce far niente en que tradicionalmente se encuentra instalada la prensa tinerfeña (y ahora mismo gran parte de la regional) frente a las cacicadas del Gobierno autonómico. Sus disgustos le está costando, bien por la vía de la negación del pan y la sal como por la de envolver al editor del periódico en tragicómicas imputaciones judiciales que todavía están en veremos. Hay que ver cuánto está dando de sí -ya veremos hasta dónde- el caso judicializado contra Willy García. Pero ésa es otra historia.

Lo que hoy nos ocupa es la quiebra definitiva del pacto de Gobierno regional. Todavía no ha pasado ni siquiera un mes desde que Coalición Canaria y el PSOE suscribieran un emotivo documento de reorientación del acuerdo que sustenta al Ejecutivo, y ya se ha desmoronado. Los comités locales y los concejales nacionalistas en Arico y en el Puerto de la Cruz se han pasado por el forro mismo de sus correspondientes cachivaches las indicaciones relativas a la devolución de las respectivas alcaldías al PSOE, arrebatadas en el momento de constituirse las actuales corporaciones locales en el verano de 2015. Serán expulsados de CC, o al menos eso dice la dirección del partido que piensa hacer con tan indisciplinados dirigentes. Todos ellos habrán de correr la misma suerte que los concejales de Granadilla que echaron al socialista González Cejas en una censura controlada desde el principio hasta el final por Fernando Clavijo.

Así lo rememora la responsable de Ciudadanos para estas cuestiones, la concejala lagunera Teresa Berástegui, quien sin embargo personaliza en Rosa Dávila, secretaria de organización de CC en Tenerife y consejera de Hacienda del Gobierno, la interlocución en las negociaciones. ¿Y Carlos Alonso? También. Carlos Alonso también estuvo en la cocina de la traición de CC al PSOE en Granadilla, como cabía esperar de dirigente nacionalista tan pizpireto.

No habrá expulsiones en ninguno de esos municipios rebeldes. Y si las hubiera o hubiese serán de aquella manera: “Oye, que te expulsamos, ya sabes, para calmar al PSOE; tú te haces el dolido y ya arreglaremos más adelante”.

En Granadilla todavía resuenan las palabras del actual alcalde nacionalista tras la censura, José Domingo Regalado: “Ni pienso dimitir ni pienso dar marcha atrás en la moción de censura porque a mí me dijeron que la presentara”.

Fernando Clavijo siempre ha negado haber estado en esta operación. El 15 de septiembre se lo reiteró a este periodista: “Con lo de Granadilla no tengo nada que ver”, dice su mensaje en Telegram.

Ya es un clamor que Coalición Canaria toma el pelo a su socio, el PSOE, de manera permanente. Porque a los incumplimientos en las corporaciones locales, pronto sucederán los que tienen que ver directamente con los acuerdos de la adenda de principios de noviembre que fijaban una serie de mecanismos de funcionamiento que aliviaran de alguna manera las tiranteces y la desconfianza que reina entre ambos socios.

Si la consejera de Hacienda que ha de permitir una mayor transparencia (por la vía de una persona de enlace) entre la ejecución presupuestaria y las consejerías del PSOE es la misma que negoció personalmente la traición en Granadilla, poco o nada cabe esperar del nuevo estatus que se otorgaron ambas partes en el repacto del pacto.

Los puentes siguen rotos, y desde este domingo las esclusas absolutamente inundadas de agua. En el PSOE crecen las voces que claman por una reconducción de los acuerdos regionales, incluido el tanteo de un pacto con el Partido Popular aprovechando el vacío que se ha abierto con la ausencia de una dirección regional que pudiera vetarlo.

Bastaría con que Nueva Canarias accediera a un acuerdo de principios legislativos (ley electoral, renegociación de la Ley del Suelo, derogación de la Ley de Islas Verdes, presupuestos más creíbles mediante) para que el PSOE pudiera gobernar con el PP en Canarias. Algo chirriante si se tiene en cuenta el choque ideológico y el desgaste que provocaría, sobre todo al PSOE, pero que podría suponer un golpe de muerte para Coalición Canaria.

Clavijo no hace otra cosa que ganar tiempo. Sabe que tarde o temprano habrá que escenificar la ruptura con los socialistas, hacer público el divorcio que ya todos conocemos. Antes pretende que el PSOE le saque adelante los presupuestos para 2017 y la famosa Ley del Suelo, su proyecto estrella para la legislatura. Por eso los órganos regionales de Coalición Canaria no se reunirán hasta el 17 de diciembre para analizar la nueva brecha abierta con los socialistas, y por eso Clavijo dice que no dará un paso hacia la efectiva ruptura hasta el 1 de enero de 2017. Se avecinará para entonces el segundo año con el PSOE, quizás el momento de la separación y de la nueva etapa con el Partido Popular.

El dramático descabezamiento que sufre el PSOE -tanto en Canarias como en Ferraz- le ayudan en esa estrategia. El Partido Socialista está ahora mismo en manos de nadie, y si existiera un referente ese habría de ser la vicepresidenta Patricia Hernández, que sigue mareándose en la encrucijada que supone mantenerse en un Gobierno diabólico o pactar con el PP, con el que no quiere tener nada que ver. Y mucho menos con un congreso regional en ciernes del que quisiera salir elegida secretaria general. Por lo tanto, aguantar, se trata de aguantar los minutos de descuento en los que ha entrado el pacto.  

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