Sólo Paulino Rivero cambió de postura sobre Tebeto, y lo hizo al descubrir el desaguisado en el que su propia administración y algunos de sus más cercanos compañeros de Gobierno le habían metido, bien directamente o por amor fraternal. Porque el resto del personal se ha mantenido firme en sus tesis. José Manuel Soria, por ejemplo, sigue insistiendo en que el PSOE tiene que pedir disculpas, sin que alcancemos a entender muy bien por qué. Nos recuerda esa postura a la del árbitro que pita “peligro” cuando el balón se acerca de manera amenazante al área del equipo que ha pagado las cañas. El PSOE, por su parte, se aferró desde el principio a una teoría sobre el escándalo de Tebeto que, con palabros muy sesudos y jurídicos, ha refrendado el Supremo en la sentencia conocida este viernes. Al frente de esa estrategia jurídica y política ha estado siempre Paquita Luengo, licenciada en Derecho y experta en Administrativo, auxiliada en las bandas por otro que no da una sola puntada sin hilo, Santiago Pérez. A Luengo le han dicho de todo desde la bancada de PP y de CC (¿recuerdan los ripios de Pérez-Camacho?) y hasta le metieron una querella que resultó inadmitida desde el minuto uno. Luis Soria quería lavar su buen nombre político, que él solito mancilló aquel aciago 2004, año en que otorgó los permisos de Tebeto y sacó aquella trampa de concurso eólico. Un fuera de serie el menor de los Soria.