Ni la Semana Santa, que se sigue con mucho fervor, ni las fiestas en honor de la Virgen de la Montaña provocan tanto trasiego humano en Cáceres como el Womad. Por eso toda la ciudad se organiza para que el festival salga bien. “Nos ha colocado en el mapa”, ha repetido a lo largo de estos últimos años más de un político local, sabedor del poderío promocional que tiene el festival de Peter Gabriel en todo el mundo. Cáceres, que quedó descabalgada en el primer corte para ser Capital Europea de la Cultura 2016, no se ha rendido del mismo modo que ha hecho la que hasta el año pasado compartía sede del Womad en España. Ha profundizado en sus relaciones con el festival para continuar aprovechando su capacidad para que la ciudad sea reconocida como enclave de culturas durante los tres días del festival. Un festival que este año ha hecho un especial reconocimiento al pueblo de Malí por las especiales circunstancias que vive en medio del conflicto bélico generado por los fanatismos de siempre. Lo decía en una rueda de prensa sobre el escenario de la Plaza Mayor este viernes el cantante maliense Bassekou Kouyate, que triunfaba la noche inaugural del festival con su banda: “Quieren prohibir la música”, sintetizó de manera gráfica para explicar a los periodistas locales la calaña de los integristas que han cogido las armas para masacrar a ese pueblo. Y lo destacaba la noche del jueves en el pregón del Womad la actriz y escritora Pilar Ordóñez, que en nombre de la organización reclamaba de los gobernantes más diálogo y más respeto a los derechos humanos. Mientras tanto, la ciudad que ha despreciado esta fantástica manifestación de cultura, de entretenimiento y de concordia entre los pueblos, la que acoge como sede única a Casa África, la que se quiere internacionalizar con no se sabe qué palancas, la que es sede de una base de la FAO para ayudar a África, se entretenía pedaleando.