Cualquier ser humano en plenitud de sus facultades puede sostener con otro ser humano en igualdad de condiciones la relación humana que considere menester. Puede ponerle un piso en El Batán o en Mesa y López, llevarlo a recorrer el mundo en los más lujosos camarotes de los más señeros cruceros que surcan la mar océana, o regalarle ?previo pago de su importe exacto- todas las joyas que pueblan los escaparates de Tiffany & Company. Lo que no puede hacer en ningún caso es mezclar por activa, pasiva o perifrástica esa relación con cualquier gesto que tenga que ver con el dinero de los contribuyentes. Sufridos y abnegados contribuyentes en tiempos convulsos, añadimos para mejor proveer. El presidente del Cabildo de Lanzarote, Pedro San Ginés, se encuentra en estos momentos envuelto en una enojosa situación que él solo se ha buscado, sin que lo de enojosa suponga de modo alguno insinuar conchabo o compadreo cercano a la corrupción, al menos por lo que hasta ahora se sabe, sino torpeza extrema de impulsivo amante. El Cabildo de Lanzarote ha comprado por 1,6 millones de euros un viejo inmueble de la calle Fajardo, en Arrecife, para destinarlo a museo arqueológico insular. Y se lo ha comprado a los herederos del médico Rodríguez Bethencourt, entre los que se encuentra una dama que entabló relación sentimental con el presidente del Cabildo una vez se había iniciado el expediente administrativo de compra, según ha remachado de manera insistente el abnegado maromo. La noticia la destapó ?vamos a decirlo ya antes de continuar, el periódico local La Voz de Lanzarote- y ha causado cierta agitación en la isla porque la cosa no está precisamente para machangadas. Sobre todo si se tiene en cuenta que, una vez iniciado el expediente y estando el señor presidente a punto de firmar ante notario, se descubrió que la propiedad no estaba libre de cargas, como había declarado formalmente la familia de la inquieta amante del señor presidente. Se debía, vaya por dios, la módica cantidad de 50.000 euros correspondientes a IBI al Ayuntamiento de Arrecife e impuestos a la irreductible Agencia Tributaria. Ese era el momento preciso en el que el presidente del Cabildo, que ya había iniciado y finalizado relaciones con la heredera (siempre según su versión), debió abortar la operación (de compra del inmueble), en lugar de modificar el expediente para que fuera la administración compradora la que pagara esas deudas descontándolas, eso sí, del importe a abonar a los vendedores.ida.