De donde no hay no se puede sacar. Ni Rita será nunca Demóstenes, ni Pepa Luzardo alcanzará la gloria con algún best seller sobre recalificaciones urbanísticas (no por falta de pericia, sino por no saberlo expresar con un mínimo de arte y gracia). Es lo que tenemos en esta política local, y de eso no vemos obligados a escribir aquí, aún a sabiendas de que se trata casi siempre de asuntos miserables. Porque miserable, antidemocrático e inadmisible desde el punto de vista democrático es lo que ha hecho Pepa Luzardo y su partido, el PP, en la tramitación de los honores y distinciones de Las Palmas de Gran Canaria para este año. La propuesta emanada del Real Club Náutico (presidido por un prohombre del PP, Juan Marrero Portugués) de otorgar al periodista Ángel Tristán Pimienta el título de Hijo Predilecto contó de inmediato con el calor de una docena de asociaciones. Pero cuando la iniciativa llegó al Ayuntamiento, Luzardo se cerró en banda y, por primera vez, rompió el consenso que debe reinar en este tipo de designaciones: Es que ese señor me critica mucho, vino a decir este portento de la política y de la intelectualidad canaria. Pues claro que te critica, Pepa, mi niña, y poco es para las boberías que haces y dices.