No es políticamente correcto frivolizar a estas alturas con los incendios que han destrozado una buena parte de la masa forestal canaria estos últimos días. Pero cabe descartar que el incendio de Tenerife fuera obra de algún defensor acérrimo del exquisito equilibrio interinsular. Sí cabe atribuirlo, sin embargo, a un más que probable efecto mimético de sus autores, a una excitación sobrevenida al conocer el alcance que había tomado el incendio de la vecina Gran Canaria. Dicen los expertos que la mente de los pirómanos se asemeja bastante a la de cualquier pervertido, pero su perversión es el fuego, y les pone en todas sus formas. Incluso el fuego ajeno.