Pero ninguno de los subordinados de José Manuel Soria ha logrado jamás acercarse a las hazañas de su líder en lo que a espionaje y manipulación del material intervenido se refiere. El conocido como soriagate sí que va camino de convertirse en el asunto más escandaloso de la democracia en Canarias, no solamente porque constituye un comportamiento totalmente reprobable en un político grabar clandestinamente a un ciudadano -denunciante, por más señas, de casos de corrupción de su partido- y luego difundirlo interesadamente, sino porque el que promueve tan penosa acción es un cargo público que se vale de esa condición para influir en que la conversación se celebre y el entrevistado termine diciendo lo que de él se quiere oír. Como saben, la querella del soriagate fue desestimada la semana pasada por el juez instructor Alberto Puebla, pero el PP, impasible el ademán, ha recurrido esa inadmisión.