Unan a todo ello la presencia en el lugar de la delegada del Gobierno, Carolina Darias, y de la jefa superior de Policía, Concepción de Vega, además de otros mandos policiales y altos cargos de la Plaza de la Feria. Llevados por la expectación periodística se vieron obligados a acudir a Jinámar y hacer de parapeto a la labor policial. Se les critica por haber ido y haber salido en las fotos, pero igualmente se les habría criticado si no hubieran aparecido por allí para dar la cara y convertirse en portavoces indiscutiblemente oficiales de lo que allí pasaba. Pero ninguna autoridad tenía datos que ofrecer, más allá de los pormenores sufridos por las bombas de achique y el hecho finalmente confirmado de que está generalizada en la isla la costumbre de arrojar perros muertos a los pozos o enterrarlos en cualquier solar. Porque todas las pesquisas policiales sólo han servido para eso, para encontrar huesos de perro por doquier. Pero los periodistas insistían y reclamaban a las autoridades alguna novedad que no se producía. Los hubo que hicieron vigilia ante el pozo, lo que, inflado por las conjeturas sin fin, engordó aún más las expectativas. Y los ríos de tinta, y los minutos de grabación televisiva, y las actualizaciones digitales.