Pero donde el discurso presidencial alcanzó el sumum de la incoherencia y rebasó el recato político fue al referirse a la sostenibilidad y a las energías limpias. Paulino Rivero no se cortó el pelo para, incluso, utilizar recursos no verbales y, levantando la mirada en un par de ocasiones, enfatizar sus palabras mirando al tendido para pedir un esfuerzo “de todos para lograr un modelo que permita generar empleo sin consumir más suelo”. Lo dice el presidente de un Gobierno que, pese a la crisis del ladrillo, se ha empeñado en no modificar ni un milímetro la tendencia depredadora natural de los sucesivos gabinetes autonómicos. Y lo remató asegurando que “en esa premisa cabe enmarcar las distintas acciones emprendidas por el Ejecutivo con un compromiso que permanece intacto: proteger nuestro territorio”. Intacto, sobre todo, gracias a la ley de medidas urgentes, que entre otras gracias, quiere legalizar lo que los tribunales de Justicia han dicho que hay que demoler.