Varias personas presenciaron el incidente, que se produjo en los momentos previos a la llegada de los Príncipes a El Sebadal. García-Alcalde, que hasta ahora había tratado de recomponer las maltrechas relaciones de Soria con algunas personas alejadas del vicepresidente del Gobierno, se hartó cuando comprobó que el tono pendenciero no desaparecía. Ni era el momento ni era el lugar. Ni eran modales. Así que tras advertírselo dos veces sin éxito, Guillermo García-Alcalde se dio media vuelta y dejó a Soria con sus serpientes, sus rayos y sus truenos saliendo a borbotones de su boca. Haciendo amigos, que se dice, justo en los momentos en que más habría de necesitar el calor de antaño.