Una victoria inapelable, abrumadora y sin paliativos. Caben más calificativos, todos ellos triunfales, pero vayan por delante antes de los necesarios y precisos matices. Mariano Rajoy ha conseguido al tercer intento su ansiada victoria sobre el PSOE, que no sobre Zapatero, y lo ha hecho cabalgando a lomos de una bestial crisis económica que también le tocará embridar en su peor momento, y aupado sin duda por los errores del Partido Socialista, que se hunde hasta los 110 diputados y ya proclama su refundación con caras nuevas, probablemente Eduardo Madina, o no tan nuevas, probablemente Carme Chacón y su equipo, en el que se encuentra nuestro conocido Juan Fernando López Aguilar. Porque el PSOE es el gran perdedor de las elecciones al dejarse en el camino más de cuatro millones de votos, frente a un PP que tan sólo recauda medio millón más (dichas sean estas cifras en plan trazo grueso a la espera del escrutinio total y la inclusión del voto exterior). Por lo tanto, al PP le toca ahora administrar inteligentemente el triunfo y acometer la crisis con el máximo nivel de acuerdos, para lo que contará seguramente con la colaboración del PSOE, que no tuvo igual suerte estos últimos ocho años de crispación constante.